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Inflamación origen de vida y causa de muerte

La inflamación como influye en la supervivencia y la muerte En el inicio de los tiempos, el proceso inflamatorio, a través de un complejo inmunológico, fue capaz de defender y preservar a las células que iniciaron la evolución de lo que en un futuro daría origen a todos los seres vivos y a la naturaleza.

Hace 500 millones de años, un grupo de proteínas y enzimas se especializaron en defender a los organismos primitivos de los ataques externos y de elementos destructores, a través de un contra-ataque enérgico, letal y efectivo, en el que la estructura del invasor se vería debilitada, intoxicada o digerida por este primitivo aparato inmunológico que, además de defender, era capaz de reparar, en muchas ocasiones los daños a la célula, o destruirla si detectaba un deterioro excesivo en su estructura que pudiera poner en peligro la integridad del primitivo organismo.

Conforme fuimos evolucionando nos proveímos de un sofisticado aparato inmunológico con capacidad de adaptación a las circunstancias, que es capaz de defendernos de infinidad de agresiones de diversas características, a través de la producción de anticuerpos y otros elementos complementarios que potencializan la capacidad de proteger al cuerpo humano.

Sin embargo, este sistema inmunológico original, el innato, el de la inflamación, se ha posicionado como el precursor de los seres vivos y, también, al final, como la destrucción de los mismos.

Un sin fin de procesos de enfermedad se relacionan estrechamente con la inflamación, entre ellas, las enfermedades crónicas como la artritis reumatoide, la enfermedad de Crohn (enfermedad inflamatoria del intestino delgado, principalmente, aunque puede afectar la parte terminal del grueso también), la diabetes, la depresión, las cardiopatías, las enfermedades vasculares cerebrales, y, por último, la más agresiva y mortal de todas, el cáncer.

La inflamación opera como un mediador fundamental en las etapas iniciales del proceso tumoral pre-maligno, proceso donde la genética de una célula se ve alterada, y la actividad inflamatoria, en lugar de desecharla, la estimula, generando una reproducción acelerada de estas células anormales, que además tienen la capacidad de invadir los tejidos cercanos y producir células capaces de viajar por el torrente sanguíneo o linfático a otros órganos a distancia.

¿Cómo puede pasar esto?

Básicamente, a expensas de que en el tumor se generan señales químicas y cambios biológicos que permiten atraer las células inflamatorias y anexarlas para su servicio y fines de crecimiento, distribución y transporte.

El tumor no contribuye en nada con el organismo afectado, solamente se sirve así mismo a costa de lo que encuentra en él; tiene su propio sistema de abastecimiento en una red vascular que se auto-diseña y que le sirve como canales de riego con todos los elementos necesarios para crecer más, y volviendo cómplices a las células inmunitarias que se encuentran alrededor, las cuales terminan contribuyendo a su crecimiento.

Uno de los componentes iniciales para evitar del desarrollo tumoral es la perpetuación de la inflamación. Normalmente en el proceso inflamatorio agudo resolutivo una serie de proteínas, glóbulos blancos asesinos (mastocitos y eosinófilos), y complementos se adhieren al invasor o a la célula anormal hasta que la hacen explotar, después de lo cual es digerida por comedores de desechos (fagotitos), posteriormente las plaquetas y enzimas reconstructoras remodelan la estructura dañada para rehabilitarla y volverla nuevamente funcional, cicatrizando el proceso inicial lesivo.

Un sistema adicional de defensa en algunos seres vivos, y en especial en el sofisticado ser humano, es el sistema inmunológico adaptativo, el cual identifica a un invasor y luego guarda memoria para reconocerlo más rápido y fabricar células y anticuerpos específicos y efectivos en su contra (las células B o linfocitos B, que son un tipo de glóbulo blanco) producen anticuerpos que destruyen o marcan a los patógenos e invasores para que sean destruidos; también están las células T (glóbulos blancos T o linfocitos T) que son capaces de distorsionar el comportamiento de los invasores, desactivando la lógica de sus comandos, haciéndolos auto-destruirse o secretar productos que hacen que otras células los destruyan.

No hay duda que el proceso inflamatorio sostenido o que no desaparece rápido, puede ser el protagonista en el desarrollo de algunos tipos de cáncer, esto se descubrió cuando, en 1973, Alberto Mantovani, de la Universidad de Milán, observó que las células del sistema nervioso innato se congregaban alrededor de los tumores; después, Harol F Devorak, de Harvard, describió el hecho asociado de que los tumores son heridas que no cicatrizan, convirtiéndose después en lesiones malignas.

Se han descubierto en el humano sustancias químicas con comportamientos hormonales que, al adherirse a las células tumorales, facilitan su destrucción a través del aparato inmunológico cuando su concentración alrededor de los mismos es alta, sin embargo, cuando del FNT (Factor de Necrosis Tumoral) una de estas sustancias está en concentraciones bajas, favorece la aparición y desarrollo de células tumorales cancerosas.

La presencia de células fagocitarias (que devoran gérmenes o desechos tumorales) en presencia de tejidos pre-malignos pueden promover la malignidad de los mismos.

Estos dos descubrimientos, el primero en la universidad de Londres y el segundo en 1999 en la universidad de California de San Francisco, prueban que el aparato inmunológico puede funcionar favorablemente o en contra del mismo organismo en lo que se refiere a defenderlo del desarrollo de tumores o a fomentarlos. Los macrófagos (células que consumen gérmenes o células tumorales), ante un proceso crónico de inflamación, pueden ser controlados por las células tumorales y convertirlos en colaboradores para el desarrollo de tumores malignos.

Esto se debe a que, al crecer las células tumorales a gran velocidad, en el interior del tumor sufren de falta de oxígeno, nutrientes, y compresión por aglomeración debido al rápido crecimiento. Las células que se mueren emiten señales bioquímicas que captan los macrófagos, los cuales, al consumir estos desechos quedan trastornados, comportándose ahora como células tumorales cómplices de la masa maligna.

El factor nuclear kappa B es un compuesto de proteínas que, cuando está presente, evita la destrucción natural y programada de las células viejas o anormales (este proceso se denomina apoptosis); cuando este factor es bloqueado por algún mecanismo o está ausente, la apoptosis se lleva a cabo de forma natural, evitando que células anormales puedan promover el desarrollo de tumores malignos (2004, Universidad de San Diego, California).

Algunos gérmenes, al provocar oxidación crónica como el Helicobacter pylori y el virus de la hepatitis C, producen inflamación persistente que activa el desarrollo de células malignas en el estómago y en el hígado. Inflamación, semilla de vida y probable destrucción de la misma.

Hasta ahora, las evidencias apuntan al hecho de que algunos tipos de células T (linfocitos T que son un tipo de glóbulo blanco que participa en la inmunidad del cuerpo humano) son reclutadas por los tumores para después apaciguar a otras células T que sí atacan al tumor.

El tumor desarrolla habilidades logrando que los macrófagos sean acondicionados por las células tumorales para funcionar como transportadores de células malignas hacia el torrente sanguíneo, y de ahí ser llevadas a otros órganos y sitios 12 del cuerpo humano, ocasionando las temidas metástasis (siembras de tumor en otros sitios del cuerpo).

Se investiga un nuevo fármaco inhibidor del crecimiento de las células malignas que, aprovechando las señales que el tejido tumoral envía a los macrófafos (glóbulos blancos grandes que se comen a las bacterias, a los virus o a células anormales), se les deposita en el citoplasma para que así, al anexarlos al tumor, eviten su progresión. Otros estudios han logrado macrófagos que por ingeniería genética han sido infectados con virus que destruyen al tumor cuando son atraídos al mismo, donde se reproducen y liberan millones de copias destructoras.

Aunque hasta ahora el bloqueo parcial del proceso inmunológico significa un riesgo, aprendemos la manipulación del mismo con la finalidad de beneficiar a quienes se encuentran enfrascados en una batalla de vida o muerte por el cáncer, con un futuro que se vislumbra prometedor, donde la cura y control de esta enfermedad podrá ser una realidad.

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