Editorial: El Sismo del 19
El día 18 de septiembre arribe a Madrid desde Lisboa donde se había llevado a cabo el Congreso Europeo de Diabetes y coincidentemente el Europeo de Ejercicio en Medicina, me sentía ya nostálgico por dejar a los amigos y un poco solitario después de haber estado rodeado de colegas todos los días durante una semana, para distraerme salí a reconocer los alrededores y a comer algo, luego hice un par de llamadas para buscar a los amigos en Madrid, después la calma en la soledad de la habitación.
Al día siguiente salí en busca de un obsequio para mi hijo ya que ese día se celebraba su cumpleaños número 33 y cuando mire en el celular pude ver el recordatorio del simulacro para estar preparados ante un sismo en México, recordando además que en 1985 un evento similar arrasó con edificios y viviendas, arrancando vidas de familias enteras.
Unos días antes había cimbrado la ciudad un terremoto de 8.2 grados que describió mi hija como interminable y amenazante, sin embargo, la ciudad orgullosa había soportado y se erigía altiva y fuerte ante este embate natural. Así igual nos sentimos los capitalinos, orgullosos y desafiantes, a mí me preguntaron los europeos que había pasado y con soberbia conteste, nada hemos construido una súper ciudad anti sismos, hubo muertos en otras localidades tan lejanas que solo significaron un número y no reflejaban la dolorosa realidad de su pérdida para los familiares y allegados que seguramente entre sollozos recordarían el terrible momento.
En México ya no nos pasa nada, no dábamos crédito de la intensidad del temblor y la duración, y lo poco que reflejaba en impacto, yo que no lo sentí pensaba en la fortaleza de nuestra estructura citadina.
Pronto recibiría una lección de humildad cuando al filo de las 20:15 horas del día 19 de septiembre en Madrid al estar en conversación telefónica a México, sucedió lo inesperado, un sismo que con furia desmedida agitaba las viviendas de tal forma que salir corriendo con premura era la única opción ante la amenaza de morir entre escombros, no podía imaginarme la escena, solo me quede con el luego te hablo está temblando, mi corazón se estrujo y temiendo comencé a mandar mensajes por WA, recibiendo respuesta de mi hija que comento, papi fue terrible algo grave pasó, escucho ambulancias estoy en la calle y esto no se ve bien, sentía que los edificios se me venían encima, ahora cunde el caos, todo el mundo se apresura, las redes están congestionadas, temo lo peor buscaré a la familia para saber si están a salvo.
Unos minutos después los videos y las fotografías dejaban ver nubes de polvo y edificios colapsándose, de inmediato develaron las tragedias, como en un teatro ajeno a mí, podía ver escenas terroríficas, luego los niños del Enrique Rebsamen que se había derrumbado, Fátima Navarro texteando debajo de los escombros buscando ayuda, así una a una las desgracias y las tragedias se multiplicaban, la angustia y el dolor iba devorando uno a uno los barrios de mi ciudad, niños deambulando en estado de choque, personas gravemente heridas en las calles, gritos de terror y dolor, mucho dolor, dolor interminable y lágrimas, plegarias y azoro ante el colapso del orgullo de mi ciudad que ahora había sido doblegada por la fatalidad que entreverada en las vidas de los citadinos rasgaba su piel y con crudeza los dejaba en el anonimato temporal de si vivo o muero, en medio de las viviendas derrumbadas o en la inconsciencia tirados en el frío pavimento, hecho para los pies no para el tibio rostro de los seres humanos. Así estuvo sangrando la ciudad y yo desesperado de no saber más, las noticias eran escuetas y los alcances de la desgracia temibles.
Mis hijos y los tuyos, los hijos de la ciudad deambulan sonámbulos con un pan y una jeringa con el alma desgarrada por la tragedia, escarbaban en sus bolsillos en busca de más para dar y lloran en silencio al imaginarse involucrados en la pérdida, tal vez se preguntaban, "si solo fuera yo la que morí, el que perdió a su padre, o su casa, o todo de una sola vez", quieren paliar el dolor con su ayuda inocente, no atinan a encontrar el analgésico que cure el alma de los dolidos o la palabra mágica que regrese al que no aparece, o la alegría de escuchar con sorpresa que alguien se presente y diga estoy aquí mama no me pasó nada, así con el corazón arañado y un vaso de agua seguirán en su búsqueda.
No puedo contener la profunda tristeza que me embarga tan lejos hoy de mi tierra linda, de mis familiares y amigos, de mi querido país que llora por tantas muertes y de la necesidad que se ha creado por el ensombrecedor evento.
Envié mensajes a los amigos en el extranjero pidiendo ayuda para México y me esfuerzo en crear la conciencia de que todo el género humano debe conmoverse con el dolor de sus semejantes, llámese migrante, refugiado, damnificado, doliente, enfermo, desvalido o simplemente compañero sin importar su condición u origen.
Aunque la mano entró en las entrañas de mi querido México sé que no le arrancó el corazón aunque si algunos de sus hijos y aunque rompió algunos de sus huesos, estamos para defenderlo.
La integridad de nuestra gente ya no está a salvo, pero extendemos las manos todos los que podemos para brindar ayuda y seremos fuertes para soportar este duro momento prueba de nuestra diminuta y efímera existencia.
Atentamente.
Dr. Alejandro Cárdenas Cejudo.
Presidente
Ejercicio es Medicina en México
Médico Internista
Expresidente del CMIM
Fellow of the American College of Physicians
Miembro del Comité de la ISIM
www.exerciseismedicine.org.mx
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