Editorial: Obesidad
Con la obesidad se redefinen las diferentes etapas de la vida, es diferente ser un niño o un adolescente con obesidad, así como estar embarazada con obesidad, ser un adulto obeso o llegar a la tercera edad con obesidad. Así también cada proceso patológico tiene que reclasificarse para considerar el contexto en el que se desarrolla ya que si el paciente es obeso tendrán que hacerse consideraciones especiales en la forma como será diagnosticado y tratado su problema.
Ser obeso requiere de un ambiente diseñado para transitar con esta patología en los lugares de trabajo, las calles, los transportes, los sitios de aprendizaje y los hospitales. Este estigma social requiere de una gran atención para su convivencia y resolución, mucho más acertada de lo que parece en el momento actual cuando en lugar de disminuir los problemas se han incrementado y las expectativas a futuro de esta pandemia son alarmantes.
La inquietud principal considerando el hecho de que la obesidad por si sola es un problema grave en varios ámbitos, se relaciona estrechamente con sus complicaciones, ya que éstas han llevado al grupo afectado a una muerte prematura, a perder la calidad de vida y ha desgastar la economía de todos los afectados, desde el núcleo familiar, la comunidad y los sistemas de salud, hasta los gobiernos y las organizaciones internacionales que se encargan del control y promoción de los programas de prevención.
Ser obeso equivale a ser víctima de terrorismo biológico o bioquímico, es un complot donde el organismo se ve sujeto a cambios genéticos de los cuales no tiene control y a cambios epigenéticos que muy probablemente tengan que ver más con los bisabuelos que con el paciente mismo, es un entorno orgánico donde las cosas no funcionan ni responden a las exigencias de los eventos neuroendocrinos como debería de ser. Es decir todo lo que debe de quitarle el apetito al obeso no funciona como tal, le leptina encargada de controlar los depósitos de grasa y de regular el consumo de energía y de alimentos es ineficiente, la adiponectina igualmente no logra controlar el problema y los receptores del cerebro encargados de procesar la información están rotos, deformes o simplemente no encienden.
Para quienes hemos consumido alimentos durante toda la vida sin recato y sin preocupación por engordar nos resulta difícil entender como el gordo logró esas dimensiones comiendo lo mismo que nosotros consumimos y como es que soporta esa infame vida y condición discriminatoria sin lograr contener el consumo de alimentos que lo deformaron y lo tienen al borde de las enfermedades más agresivas del siglo como son la hipertensión arterial, la Diabetes y sus complicaciones las enfermedades vasculares cerebrales como los infartos, las embolias y las hemorragias.
Los procesos bioquímicos que definen la condición del obeso resultan incomprensibles a los ojos de los médicos sin embargo en la semilla está la destrucción, todo radica en el origen del hombre que hace 200 mil años se conformó genómicamente con genes que eran capaces de hacerlo sobrevivir en entornos donde la consecución de los alimentos se hacía a través de mucho esfuerzo físico y los seres humanos eran extremadamente activos.
En esa época los genes se codificaron de tal forma que se convirtieron en acaparadores de energía en forma de grasa, carbohidratos y proteínas, condición que se desarrolló como consecuencia de los largos periodos de privación de los alimentos para estos primeros seres humanos. Así pues nos convertimos en ahorradores de energía guardadores de grasa y acumuladores progresivos de carbohidratos. Esta situación favorece que ahora en un entorno donde la disponibilidad de alimentos es ilimitada y el sedentarismo la condición más frecuente entre la población general urbana, haga su aparición la obesidad, apoyada en cambios genéticos, en cambios epigenéticos que bloquean el uso favorables de proteínas en el organismo que nos defienden en contra de enfermedades y de la misma obesidad.
El organismo está diseñado para ser activo, consumir alimentos naturales en cantidades moderadas y mantenerse en un entorno saludable, de no ser así sufrirá cambios epigenéticos que deformaran el comportamiento de sus genes haciéndolo propenso a enfermedades que lo llevarán a un desgaste crónico y a una muerte prematura.
30 minutos de ejercicio diario moderado, 5 veces por semana (150 minutos/semana), o 75 minutos de ejercicio vigoroso (el que nos hace agitarnos o llegar a la frecuencia máxima o más para nuestra edad que es el equivalente a 200 latidos cardiacos menos la edad) que en una persona de 40 años serian 160 latidos cardiacos. Esto solo en pacientes sanos sin factores de riesgo o enfermedades, si no es así deberá ser evaluado por el médico para obtener una autorización para la realización de actividad vigorosa.
Si a lo anterior se agregan pesas dos veces por semana en días separados se logran beneficios adicionales relacionados con el incremento de la fuerza que es un factor benéfico independiente de la condición física cardiaca y respiratoria. 8 ejercicios con diferentes grupos musculares, haciendo repeticiones de 5-10 veces, en 3 ocasiones es suficiente.
Verse bien no es el objetivo aunque se puede lograr en algunas ocasiones, el objetivo es estar sano, lo que se ha visto a través de experiencias en pacientes con dietas adecuadas, haciendo ejercicio pero que persisten con sobrepeso, pero que no tienen enfermedades ni factores de riesgo para las mismas y que sobreviven con buena calidad de vida y bajan sus riesgos para diferentes enfermedades cardiovasculares y metabólicas.
Ser activo es importante no siendo trascendente que esto sea necesariamente en un gimnasio. La actividad diaria sostenida logra los efectos del ejercicio programado.
Atentamente.
Dr. Alejandro Cárdenas Cejudo.
Presidente
Ejercicio es Medicina en México
Médico Internista
Expresidente del CMIM
Fellow of the American College of Medicine
Miembro del Comité de la ISIM
www.exerciseismedicine.org.mx
