Editorial: Las adicciones
Hace una semana recibí una llamada del familiar de una paciente informándome que una vez más había atentado contra su vida después del consumo abundante de alcohol y posteriormente la ingestión de medicamentos para dormir. La encontraron sus padres al acudir a la llamada de su nieta, una adolescente que ha tenido que vivir cada episodio con miedo, con rabia y con frustración, sumida en noches de insomnio en la incertidumbre de cuál será su destino, en manos de quien supuestamente debería de protegerla y crear la condiciones para que su vida se pudiese realizar de una manera normal siquiera, sin mayores pretensiones. Se pregunta seguramente porqué su mamá no es normal, o porqué se comporta de esa manera, qué es lo que hace que caiga en la irracionalidad y después abruptamente sin explicación y sin lógica realice acciones que atentan contra su vida. Si supiera cuánto dolor, cuánta impotencia y cuánto malestar produce este actuar en su hija, tal vez lo pensaría y trataría de evitarlo. Claro que esta jovencita ama a su madre, claro que trata de comprender qué sucede, que se esfuerza por tratar de hacer las cosas lo más llevaderas posibles y que sin lugar a duda estaría dispuesta a cualquier esfuerzo con tal de que todo se resolviera y pudiera regresar a la tan añorada normalidad.
Todos cansados, todos desgastados, el padre, el hijo, la hija, la madre, el hermano; el psiquiatra que no atina a encontrar la estrategia que le permita fabricar una infraestructura en la personalidad de Laura, capaz de darle la fortaleza para sobrepasar esta terrible adicción que es el alcoholismo y las otras adicciones que lo acompañan. Nada de lo hecho, platicado e intentado ha dado el resultado esperado.
Entre rostros cansados de largas conversaciones, de autocríticas infringidas por no haber hecho lo correcto con anterioridad, en el papel de padre, de hermano, de madre, de amiga y de hija, todos reflejan en su cara el desgaste de la impotencia y sus ojos revelan la profunda preocupación de quienes sufren a diario lo que no padecen, pero que lo soportan de una manera irremediable y cruda.
Laura inició con este problema prácticamente desde la adolescencia donde descubrió la fascinación que sentía por el alcohol que la desinhibía, la hacía sentir llena de energía y libertad. Al principio unas copas y ya, luego cada vez más, hasta llegar a perder el equilibrio, que en el anonimato de entre muchos y muchas de la fiesta se disimulaba bien. Al día siguiente la necesidad de tomar una cerveza para la cruda y todo quedaba ahí. Sin embargo al paso del tiempo este actuar entre sus amigas y amigos pasó de moda, ahora todos consumían con mesura, sin embargo ella siempre terminaba mal, y se molestaba porque todas eran unas hipócritas que bebían igual que ella y se comportaban como si nunca lo hubieran hecho. Solo quedaron entre sus amigos y amigas, un pequeño grupo que aceptaba su proceder, hasta que se llegó la época de las parejas y entonces pues ya nada encajaba, así que de nuevo perdió más amistades. Sus familiares alarmados por la repetición del exceso en el consumo pretendieron poner orden para encontrarse con la rebeldía de alguien que no solo no acepta que existe un problema con sus consumos de alcohol, sino que no está dispuesto a tolerarlo. Solo dos copas decían todos, solo dos copas, si, dos copas casi llenas que no resolvían nada y que revelaban una franca tendencia a consumir más y más, después de esos dos tragos todo era más fácil, beber se convertía en la mejor diversión, encontrando las copas de los demás y tomándose el contenido, burlando cualquier vigilancia, al final, hay que llevarla a vomitar, tolerar sus balbuceos y esperar para entregarla en casa sana y sobria. Sin embargo, se cansaron y todos desertaron de su compañía y amistad.
Los nuevos amigos más rudos, mas bebedores, ahora con otros riesgos, drogas y sexo inesperado, Laura metida en una vorágine de eventos insospechados, sus padres en la locura, ella en la rebeldía, ¿cómo osan quitarle los únicos amigos que tiene, cómo se atreven?
Los años pasan, Laura mejora por temporadas y en este lapso logra enganchar con una pareja, trata de abstenerse, lo logra por algunos años, trata de sentar cabeza, sin embargo con los problemas de pareja, no puede lidiar con objetividad y nuevamente busca el refugio del alcohol hasta que cae nuevamente en el exceso oculto, una botella diaria de vino o dos por la mañana, tratando de estar sobria por la noche, cuando llega el marido o invitándole una copa para ocultar el olor que tanto revela.
El divorcio anunció su aparición, el alcohol su hegemonía en su vida y los problemas no se hicieron esperar; las nuevas parejas a hurtadillas, el sexo irresponsable y el cinismo que se deriva del descontrol bajo el efecto de una adicción que no perdona clase social, inteligencia, edad, ni sexo.
Dos hijos asustados y frustrados, los padres impotentes y tristes, una pareja que se aleja y una vida solitaria llena de sorpresas desagradables esperan a Laura cada día de su vida.
Hoy Laura casi muere, hoy Laura está acompañada por sus padres que no renuncian a la posibilidad de rehabilitarla. Hoy es difícil comprender que no todos somos sujetos de volvernos alcohólicos, que algunos seres humanos estamos propensos a aficionarnos a ciertas adicciones con mayor facilidad, que nuestra estructura cerebral predispone y que estamos enfermos.
Qué difícil tu camino Laura, las adicciones son enfermedades complicadas de resolver, pero no imposibles, ánimo por ti, por tus hijos y por tu vida.
Atentamente.
Dr. Alejandro Cárdenas Cejudo.
Presidente
Ejercicio es Medicina en México
Médico Internista
Expresidente del CMIM
Fellow of the American College of Medicine
Miembro del Comité de la ISIM
www.exerciseismedicine.org.mx
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